Hoy, después de un desayuno retrasado por la tarea de alimentar, alistar y llevar a los chicos a la escuela, me encontré sentada en un bar leyendo el diario y (en realidad) escuchando a una ruidosa mesa de al lado, en que 6 mujeres de más o menos mi edad, comentaban cuestiones personales. Dejé de escuchar cuando empezaron a discutir cuál era el largo adecuado de las faldas que debían usar para no se qué evento religioso de sus hijas (confirmación, creo... como me gustaría que las ayuden a reafirmarse como mujeres fuertes e independientes, pero eso en la iglesia católica no juega).
De todos modos, la situación me llevó a pensar en mis amigas. Todas mujeres feroces, inteligentes, sensibles, y vamos a decirlo rápidamente geniales. Y aún así no han (no hemos) logrado desligarnos de la baza, de esa velocidad para emitir juicio sobre las otras. Hablo de mujeres con hijos, mujeres que quieren tener hijos pero les ha resultado muy difícil. Mujeres que sencillamente no quieren hijos. Cada una con sus propias causas, sus motivos, que por mucho que sean explicados no dejan de ser propios y a veces ni nosotras mismas elucidamos las causas últimas de nuestras decisiones.
Lo que digo es que me impresiona qué rápido que nos juzgamos unas a otras. Porqué tuvimos hijos o no. Porque los amamantamos 3 meses, o 2 años, o nada. Porque al mes tenían un remplazo para cuidarlos, o porque paramos el mundo para cuidarlos. Porqué... lo que sea.
Decimos de forma pomposa y grandilocuente que cada individuo es su propio mundo, pero sin pena ni pausa vamos juzgando esos mundos individuales como si tuviéramos con qué. Presumo que porque crecimos juzgadas, siempre un paso atrás, tratando de pasar adelante. Siempre tratando de mostrar y demostrar que también podíamos; incluso desde nuestro aceradísimo discurso feminista.
Juzgamos con una dureza draconiana a nuestras pares, aún por encima del discurso de solidaridad que profesamos y creemos. La pervasividad del discurso machista y patriarcal cala más hondo que lo que conscientemente aceptamos (o incluso queremos creer), entonces juzgamos, como si tuviéramos derecho. Desde nuestro pedestal emitimos sentencia: "muy mal hecho, debería haberlo hecho así", que mala madre que deja a los chicos, que mala mujer que deja de trabajar, que boluda, mirá lo que hace... para que los tuvo si no va a estar con ellos (los chicos)? Para qué pasó 20 años estudiando para dedicarle a cuidar a esos críos? Y todas las versiones intermedias, edulcoradas o no, del mismo argumento.
Propongo parar. Dejar la logica juzgadora del patriarcado. Tomar la vida y las circunstancias, mirar un poco el propio ombligo.
Bueno, eso, decidí tratar de juzgar menos, escuchar(me) más, y ver que pasa.
Tuesday, September 24, 2013
Tuesday, September 17, 2013
Trabajo para sociología. Me gusta como quedó.
Elección racional, guerra de drones y formas de
combate no convencional: una perspectiva desde la elección racional
Son muchos los
países que en la actualidad disponen de aviones no tripulados, incluso algunos de
los que son considerados débiles. En su mayoría se trata de importación de
producto terminado, pero también hay casos de desarrollos locales de drones, normalmente
solo con capacidad de observación y monitoreo, no son artillados. Estos países
disponen de muy pocas unidades de aviones no tripulados, sólo útiles para
tareas de inteligencia e incapaces de realizar ataques.
En este trabajo me
propongo problematizar la racionalidad (o racionalidades, no puedo a priori
establecer su singularidad) del enfrentamiento de aviones no tripulados entre
grandes potencias, y la forma de guerras no convencionales que brotan cuando
los países débiles deben enfrentar a potencias que si poseen y usan dicha tecnología
mediante la analogía con una escena de una película.
La escena
corresponde a la película Zatoichi, de Takeshi Kitano (estrenada en 2003
internacionalmente y en 2005 en Argentina ). En ella se ven dos samuráis frente
a frente, en una playa desierta. Ambos han perdido su “honor”, lo sabemos por
el resto de la película (esta es una de las escenas finales). Uno de ellos ha
fingido ser ciego y se ha dedicado a los masajes como forma de huir de una
guerra de mafias, el otro se ha vuelto mercenario para intentar salvar a su
mujer enferma. Lo interesante de esta escena de samuráis - la cual es un homenaje a las películas de
género de Akira Kurosawa - es que no se produce una pelea física real. Ellos se
observan, se miden, calculan e imaginan, cual avance de partida de ajedrez,
cuáles son los posibles movimientos y las respuestas del adversario. Evalúan
todas las posibilidades y el que prevee que pierde, cae derrotado.
El punto
interesante de esta escena para el análisis de
la guerra contemporánea y particularmente a partir del uso masivo de
drones entre grandes potencias es la forma en que ambos combatientes son
capaces de evaluar sus posibilidades de acción y evitar el avance de un
enfrentamiento excesivamente costoso, dado que las partes pueden calcular quien
triunfaría. Esta analogía se aplica mejor a la guerra de drones que a la disuasión nuclear
porque existen posibles etapas de acción. Ni los samuráis ni las potencias
consideran un solo paso o medida, sino varios. Ambas partes prevén ataques y
contraataques iterados y sus respectivos costos, cosa que no sería factible
frente a un ataque nuclear por su poder de aniquilación. Los samuráis, en este
caso las potencias, no buscan la total destrucción del adversario, sino
doblegar completamente su voluntad; y pueden calcular quién podrá lo hará y
quién deberá someterse.
Hasta este punto
se presentó el hipotético enfrentamiento entre grandes potencias con capacidad
de ataque similar. Se supone también el asenso suficiente de otras potencias
frente a la hegemonía de EEUU. El problema es que los enfrentamientos
existentes no se dan entre estas potencias. Los enfrentamientos internacionales
(para no entrar en la discusión de guerras civiles, separatismos, conflictos
étnicos localizados, etc.) se desarrollas actualmente entre la potencia y los países
débiles, o debilitados (Irak, Afghanistan) en los que los aviones no tripulados
cumplen funciones de control, apoyo a las tropas en tierra y ataque
“quirúrgico”. Bajo esas condiciones, surgen cuestionamientos sobre la
racionalidad de la acción de los países más débiles. Desde una perspectiva
Clausewitziana, si el esfuerzo requerido sobrepasa el valor del objetivo
político, la lucha debería parar[1].
Al mismo tiempo es
inevitable poner en duda el término quirúrgico de dichos ataques, salvo que por
quirúrgico se entienda a amputar el cuerpo entero (y el del camillero, el
anestesista y los asistentes por las dudas). “The CIA has killed more than 200
children in drone strikes outside of legitimate war zones since 2004, it is
alleged. In Pakistan, Yemen and Somalia an estimated total of between 451 and
1035 civillians were killed in at least 373 strikes according to the Bureau of
Investigative Journalism”[2].
Se podría argumentar que se trata de “spill overs” de control terrorista, y que
el problema de fondo, como argumenta Amitai Etzoni en Terroristas: ni soldados ni criminales[3],
es que no existe una legislación adecuada para enfrentar este problema (los
terroristas no pueden ser tratados como soldados combatientes ni como
delincuentes comunes, pues no son ni lo uno ni lo otro). El problema con esta
contra-argumentación es que resulta muy difícil sostener el argumento de que
son un derrame de la eliminación de “terroristas” cuando los que resultan muertos
son niños. Específicamente, en el caso de Estados Unidos, como la CIA es la que
maneja los ataques no tripulados, y se trata de una agencia que sirve al
presidente pero no rinde cuentas al congreso, la legitimidad y legalidad de
dichos ataques resultan sumamente impugnables.
La pregunta vuelve
a ser, entonces, cual es la racionalidad que sostiene a las grandes potencias
frente a un, hipotético, ataque de aviones no tripulado, y la más interesante
(y empírica) de cuál es la racionalidad que sostiene a los países débiles
dispuestos a enfrentar al país fuerte en posesión de dicha tecnología.
¿Cómo se establece quien gana y quien pierde en un enfrentamiento entre la mayor potencia y un país débil y debilitado? ¿Cómo se evalúa la eficiencia de formas no convencionales de enfrentamiento? (guerrilla, terrorismo, etc.)
¿Cómo se establece quien gana y quien pierde en un enfrentamiento entre la mayor potencia y un país débil y debilitado? ¿Cómo se evalúa la eficiencia de formas no convencionales de enfrentamiento? (guerrilla, terrorismo, etc.)
La definición de
“victoria” es elusiva. A priori no debería ser complejo definir quien gana una
guerra; quien capitula. Pero en la práctica y mucho más aún cuando los
participantes de la guerra dejan de ser –exclusivamente- ejércitos nacionales,
quienes ganan y quienes pierden dejan de ser lugares absolutos para volverse
conceptos políticos difíciles de asir.
La victoria debe
definirse en el más alto nivel estratégico en términos políticos. Pero debe
establecerse una clara diferenciación entre guerra simétrica y asimétrica[4].
Cabe plantear como interrogante si la diferencia de evaluación de la victoria
puede extenderse a la racionalidad de la acción detrás de la búsqueda de la
victoria por la parte débil. Por un lado, en las guerras simétricas se observa
una larga tradición que define la victoria en términos militares mediante la
neutralización de la capacidad armada del oponente. Por el otro, en las guerras
asimétricas la tendencia del pensamiento resalta la importancia del factor
político en la definición de la victoria[5].
Si analizamos la victoria
en lo estratégico (no centrada en los logros tácticos) nos permitirá establecer
los instrumentos necesarios para obtenerla. En las guerras asimétricas por otra
parte, “el uso de tácticas insurgentes se presenta como consecuencia de la
necesidad de hacer irrelevante el poder militar del bando más fuerte; para ello
se busca el colapso del enemigo en su
retaguardia civil, no en el frente militar” [6]
La victoria en la
guerra, parafraseando a J. Boone Bartholomees[7]
es una evaluación, no un estado o hecho. Es opinable, aunque ciertamente las mismas
tienden a converger acerca de los resultados. Puede relacionarse, o no, con
criterios medibles como el número de bajas o el territorio adquirido. Y no es
que dichos elementos sean irrelevantes sino que en última instancia la victoria
parece reducirse a percepciones. Ganar una guerra, obtener la victoria, es un
fenómeno político. Y su observación (definición?) depende de la perspectiva.
Los éxitos tácticos y operacionales pueden generar condiciones para la victoria
estratégica pero no son suficientes por si mismos… la victoria y la derrota ,
si bien son polos opuestos no son binarias.[8]
Para ir un poco
más atrás del ejemplo mencionado por Bartholomees (la primer invasión a Irak de
la que Saddam sale con la guardia republicana más o menos intacta, considerándolo
una victoria) en la Primer Guerra Mundial, Alemania firma un armisticio con
condiciones humillantes, y sin embargo no se hace mella sobre su complejo
industrial. Es forzada a abandonar su sistema de defensa, pero dicho dictamen
es rápidamente revocado y en pocos años vuelve a tener fuerzas armadas que
sacuden a Europa.
En el mismo
sentido: si se comienza una guerra en desventaja, o en una posición militar
desaventurada, ¿no es la supervivencia una forma de victoria?[9].
Con esta perspectiva (y con una pataleta retrospectiva de Sun Tzu por la
posibilidad de enfrentarse en una guerra que no tiene “?” perspectivas de ser
ganada), volvemos sobre una de las preguntas introductorias: cuál es la
racionalidad de sostener un enfrentamiento que parece imbatible. Por otra parte
es posible que un actor no estatal o un estado de un país débil tenga mayor
motivación para adoptar tales estrategias a fin de superar la falta de
alternativas.
En cuanto a la
eficacia de los instrumentos de defensa del débil, hay quienes sostienen que
existen ventajas para el uso de formas asimétricas de enfrentamiento incluso
para actores fuertes. Al parecer, cuando se habla de estrategias asimétricas se
hace referencia a muchas cosas. Hay quienes afirman, sencillamente que “la
estrategia asimétrica es el uso de algún tipo de diferencia para obtener una
ventaja sobre el adversario”[10].
Las definiciones siguen, pero en general sufren la misma … indefinición. Una
analogía que encuentro más útil en este sentido es asimilarlo al jujitsu
(algunos autores lo acercan más al judo) pero en cualquier caso el tema es el
mismo: se trata de usar la fuerza y la energía del oponente contra él mismo, en
lugar de enfrentarlo con la propia fuerza. “Las estrategias asimétricas
convierten en vulnerabilidad la fortaleza percibida del oponente, a menudo
mostrando su propia vulnerabilidad como fuerza”[11]
La pregunta que
surge es cuan efectivo resulta este formato asimétrico a la hora de sostener un
enfrentamiento con el poder hegemónico. La respuesta es mixta y depende de las
primeras observaciones de nuestra definición de victoria. ¿Ha resultado victorioso
Estados Unidos en Irak o en Afghanistan? Dependiendo de los objetivos políticos
que se plantearan en cada caso se podrá afirmar una u otra cosa. Lo que si se
ve es que la incalculable superioridad tecnológica no ha provisto la definitiva
victoria que podría haberse esperado.
Otro problema que
puede surgir para los débiles es la metodología con la que la potencia puede
responder a sus ataques. Nuevamente, el problema del control difuso de la CIA y
sus aviones no tripulados. En todo caso, será tarea de los débiles, decidir si
los costos que afrontan por enfrentarse a una potencia son mayores que los que
enfrentarían si abdicaran.
Frente a una
fuerza superior lo racional, se sabe desde Sun Tzu, es evitar el
enfrentamiento: huir. Pero cuando el fuerte invade el propio territorio, cuando
no queda donde huir, por que la capacidad de control y monitoreo (tecnológicamente
disponible) parece absoluta, la única vía racional (y moral en términos
realistas[12])
es enfrentarse con formas de combate no convencionales: guerrilla, terrorismo,
etc. Observamos con Munkler que “la especial creatividad de Mao Tse Tung como
teórico de la guerra de guerrillas reside en su hallazgo de que un poder lento,
una desaceleración del curso de los acontecimientos, brinda la oportunidad de
oponer con éxito una resistencia armada a un enemigo que es superior tanto por
sus recursos técnicos como por su organización militar. Un hallazgo que
elevaría la guerra en pequeña escala, antes concebida meramente como una
estrategia concomitante de la guerra en gran escala al nivel de una estrategia
militar por derecho propio[13].
En este punto
sería razonable empezar a plantear algunas conclusiones. Resulta posible
sugerir que la elección racional de las grandes potencias llevaría – en cuanto
al uso de drones – a una detente, dado que resulta fácilmente calculable quien
resulta victorioso en un enfrentamiento. (la excesiva dependencia de la
tecnología, algunos la llaman fetichismo tecnológico) en contra del poderoso.
En el mismo sentido hay quienes argumentan que el exceso de opciones
tecnológicas puede resultar contraproducentes: planteo de Drones and the Paradox
of Choice, en el que plantea reconsiderar “the challenges and consequences of having enlarged
the scope of military options to include precision guided munitions (PGM) and
unmanned aerial vehicles (UAM)[14]
En cuanto a los
países débiles la elección racional se vuelve más compleja, pero también es
factible. Por un lado, y para los débiles, el camino racional parece bastante
evidente: guerra no convencional, uso de terrorismo, guerrillas o cualquier
instrumento que permita al débil aprovechar las fortalezas. Por otro lado se
abren a la posibilidad de que el poderoso adopte sus propias estrategias. Y ya
que venimos con analogías de artes marciales, pocas cosas más mortíferas que un
judoca fuerte y veloz.
[1] BOONE BARTHOLOMEES, J; Teoría de la
Victoria Pg.. 71
[2] SHARKEY, Noel; Drone race will ultimately lead to a sanitised
Factory of slaughter; The Guardian Friday 3rd August 2012. http://www.guardian.co.uk/world/2012/aug/03/drone-race-factory-slaughter al 3 de sept. 2012
[3] ETZONI, Amitai; Terroristas: ni soldados
ni criminales; Military Review, http://usacac.army.mil/CAC2/MilitaryReview/Archives/Spanish/MilitaryReview_20091231_art005SPA.pdf al 3 de sept. 2012
[4] ALZATE MORA, Ruben Darío, La definición
de la victoria en las guerras simétricas y asimétricas, Military Review, Enero
Febrero 2012, pg. 51
[5] ALZATE MORA, Ruben Darío, La definición
de la victoria en las guerras simétricas y asimétricas, Military Review, Enero
Febrero 2012, pg. 51
[6] FOJON José, Vigencia y limitaciones de
las guerras de cuarta generación. Real Instituto Elcano , ARI N23/2006 Pg. 2 en
Alzate Mora, Ruben Darío, La definición de la victoria en las guerras
simétricas y asimétricas, Military Review, Enero Febrero 2012, pg 25
[7] BOONE BARTHOLOMEES, J; Teoría de la
Victoria Pg. 68 Tomado de la revista Parameters, verano 2008 en http://usacac.army.mil/CAC2/MilitaryReview/Archives/Spanish/MilitaryReview_20090430_art012SPA.pdf al 3 de Sept. 2012
[8] BOONE BARTHOLOMEES, J; Teoría de la
Victoria pg 69 Tomado de la revista Parameters, verano 2008 en http://usacac.army.mil/CAC2/MilitaryReview/Archives/Spanish/MilitaryReview_20090430_art012SPA.pdf al 3 de Sept. 2012
[9] BOONE BARTHOLOMEES, J; Teoría de la
Victoria pg 71 Tomado de la revista Parameters, verano 2008 en http://usacac.army.mil/CAC2/MilitaryReview/Archives/Spanish/MilitaryReview_20090430_art012SPA.pdf al 3 de Sept. 2012
[10] MEIGS, Montgomery C; Unorthodox thoughts
about Asymmetric Warfare, en Breen, Michael y Geltzer, Joshua A. Estrategias
asimétricas como estrategias del fuerte, Military Review, Enero Febrero 2011,
pg 7
[11] BREEN, Michael y GELTZER, Joshua A.
Estrategias asimétricas como estrategias del fuerte, Military Review, Enero –
Febrero 2011, pg. 9
[12] MORGHENTAU, Hans, Política entre
Naciones, Ed. Kel, Buenos Aires, 1988
[13] MUNKLER, Herfried, Las guerras del siglo
XXI, Revista de la Cruz Roja Internacional, 31 de marzo de 2012, consultado el
22 de agosto de 2012
http://www.icrc.org/spa/resources/documents/misc/5stedfy.htm
[14] http://scholar.harvard.edu/jkaag/files/drones_and_the_paradox_of_choice.pdf
al 3 de sept. 2012. Lamentablemente no figura el autor, pero la fuente
(Harvard) es demasiado interesante para dejarla pasar.
Internet parece retener todo. Hace tres años que no abría este blog, hasta hoy. Y ya que está ahi voy a, sin orden - obviamente, ir subiendo algunas cosas que escribí: empezando por algunas producciones de la maestría que más allá de su evaluación quedaron en mi disco duro sin mayor pena o gloria que la de haber sido escritos. Veremos como funciona.
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